En 1601, durante la noche del 26 al 27 de junio, un rayo golpeó la esfera de bronce dorado de la Cúpula del Duomo de Florencia, realizada por Verrocchio y colocada en 1471 sobre la insuperable obra maestra de Filippo Brunellerchi. Sus 18 kilos rodaron a largo de 116 metros, estrellándose sobre el adoquinado de la plaza. Este acontecimiento causó tal conmoción entre la población que el Gran Duque de Toscana Ferdinando II de Medici escribió de inmediato una carta a los responsables de la Obra del Duomo, invitándoles a convocar con máxima urgencia a los mejores arquitectos y artistas por aquel entonces activos en la ciudad, entre los cuales se encontraban Bernando Buontalenti y Agnolo Bronzino. «A los cuales – solicita – visitando diligentemente la ruina, que dialoguen entre ellos y lleguen a un acuerdo con el fin de restaurarla en función de la arquitectura y la forma correcta sin alterar nada. Así estos arquitectos e ingenieros resolverán de modo correcto procediendo, como consideren oportuno, debiendo plasmarlo en papel y enviárnoslo para que podamos proceder a la ejecución de la obra». En el pasar de «papel» a «ejecución», el 15 de abril de 1602 en el correo del gran duque, aparece el nombre de Matteo Manetti, incluido entre la lista de los mejores candidatos para realizar dicha empresa. «Los nombres aquí recogidos – explica el Señor de Florencia, el arquitecto de la Obra del Duomo – son los nombres de aquellos maestros expertos en el arte, capaces de poder servir en la restauración de la Esfera». Entre ellos está «Maestro Matteo d’Agostino Manetti, el cual dice encontrarse en Roma, en compañía de Battino Bologna, trabajando en la Esfera de San Pietro».
Gracias al éxito obtenido con la cúpula de Michelangelo y a la fama de su talento, Matteo fue llamado para recibir el encargo de la restauración. Se trata de un trabajo de enorme dificultad, que se convierte en más peligroso aún debido a los riesgos derivados del sistema de dorado de los metales empleados en la época, que incluía la exposición al humo del mercurio. Pero el 18 de septiembre de 1602, tan solo un mes después del comienzo, la obra está terminada. El 21 de octubre del mismo año la esfera es colocada de nuevo sobre la cúpula y la Obra de Santa Maria del Fiore y los delegados del Gran Duque de Toscana rinden homenaje a la pericia y valor de Matteo Manetti, nombrándolo «Orfebre de la Obra», responsable de cualquier restauración ligada a «platas y oros, jarrones y reliquias» del Duomo. Es el comienzo de una gran historia: de este extraordinario Maestro desciende una auténtica tradición familiar que se remonta más de cuatro siglos.
Ya en los años inmediatamente posteriores al éxito del Maestro Matteo, otros miembros de la familia se comenzaron a encargar de las actividades del taller. Para ellos es el mérito de haber trasladado a hijos y nietos el extraordinario patrimonio de conocimientos del oficio de orfebres, talladores y batidores de oro, y de haber asentado las bases de una sólida tradición familiar. Sin duda contribuyó a ello la política económica de la ciudad, que prevé que hijos y parientes de un maestro no paguen la tasa de registro para desempeñar su actividad artística, y de este modo favorecer tanto a nivel económico como burocrático la continuidad del oficio generación tras generación.
Durante este periodo las relaciones entre los Manetti y los señores de Florencia fueron muy estrechas: El Maestro Antonio Manetti trabajó en la restauración de la Villa Medicea La Petraia y cuando, en 1633, nació Lorenzo Manetti, el padrino del bautizo fue Don Lorenzo de Medici, que da al niño su nombre.
A mitad de siglo XVII el taller se traslada a Santo Stefano in Pane, justo traspasadas las murallas de la ciudad: el cambio se hace necesario debido al aumento de los encargos por parte de las más importantes familiar florentinas.